Lo que decimos sin hablar.
Lo que decimos sin hablar determina la calidad de nuestra comunicación con los demás. La comunicación no verbal refuerza nuestras palabras
¿Sabías que tu postura o tus gestos producen un impacto en los demás?
¿Eres consciente de que tu voz también puede generar un impacto más poderoso que las palabras que dices?
Una forma sencilla de resumir lo que sucede cuando nos comunicamos con los demás es ésta: no es sólo lo que dices (tus palabras) sino como lo dices (tu voz y tus gestos).
Todos sabemos que hay palabras cuyo alcance es bastante independiente de estos aspectos no verbales. Por ejemplo, la palabra “cáncer” genera habitualmente una serie de respuestas que vienen a ser las mismas con independencia de los gestos o tono de voz empleados. Aún así, en una comunicación donde aparezca esa palabra es también importante tener en cuenta lo que aquí comentamos.
Cuando nos comunicamos con otras personas, nuestros gestos, postura y voz condicionan el impacto que genera nuestro mensaje: la conducta implícita de las personas tiene más peso que sus palabras a la hora de comunicar sentimientos o actitudes a otros. Estamos hablando, por tanto, de la forma en que será recibido ese mensaje: ¿llegará como algo amable o desagradable? ¿Parece una invitación a entenderse o suena cortante? Todo ello, con independencia de las palabras utilizadas.
En muchos casos, el impacto de nuestro mensaje viene condicionado por la parte no verbal del mismo (postura, gestos y cualidades de la voz).
Imaginemos que deseamos conocer la opinión de alguien sobre un asunto y que nos dirigimos a esa persona acercándonos mucho (“invadiendo” su espacio vital) y además haciendo grandes aspavientos con los brazos. En esa situación, la otra persona se sentirá probablemente más intimidada que invitada a dar su opinión (si lo miramos bien, esas formas parecen más adecuadas para un interrogatorio policial de película que para una entrevista profesional).
Si nos fijamos en la voz, sucede algo similar: unas palabras dichas con voz fuerte tendrán un impacto diferente de aquellas pronunciadas con voz suave; el impacto también será diferente según la velocidad (más lenta o más rápida), el tono (más grave o más agudo) y una gran diversidad de matices que podemos tener en cuenta al hablar.
Podríamos tener la tentación de pensar que hay formas de lenguaje no verbal más “correctas” que otras. Pero no es así. De hecho, todas las cosas que somos capaces de hacer con nuestros gestos o con nuestra voz pueden ayudar o dificultar nuestra comunicación.
De hecho, hay una única condición a respetar: la CONGRUENCIA.
Imaginemos por un momento que, cuando estamos hablando con alguien, fuera posible separar lo que “dice” nuestro cuerpo, lo que “comunica” nuestra voz y las palabras que pronunciamos. Podemos considerar que son tres mensajes que se emiten al mismo tiempo y que llegan juntos a la persona.