Adulescentes
14/09/2018PNL para la familia 1
30/01/2019Preguntas para pensar y conectar con la experiencia o preguntas de chafardero.
¿Cuál es la diferencia entre una buena pregunta y una pregunta inútil, de cotilleo o mala?
Cuando deseo averiguar la forma de llegar a un lugar, es obvio que una buena pregunta es aquella mediante la cual obtengo la información deseada.
Hablamos, claro está, de preguntas en relación a una situación problemática.
Cuando yo percibo una situación como problema es porque me cuesta encontrar una solución; si ya la tuviera, no habría problema. Las personas solemos tener una forma de manejar los temas; cuando esta forma no funciona, aplicamos una variante de la fórmula básica. Y si esta segunda forma no funciona, necesitamos buscar otro camino. En este preciso instante es cuando tenemos el problema encima de la mesa.
En una situación así, está claro que mi forma habitual de pensar sobre el asunto ya no sirve. Necesito cambiar el enfoque, probar otras vías.
Entonces, es el momento de las preguntas (y también de los consejos no solicitados). Existen básicamente dos tipos de pregunta:
Preguntas que indagan sobre el problema:
¿qué has hecho? ¿qué ha ocurrido? ¿por qué lo has hecho? ¿dónde estás (o estabas)? ¿con quién? ¿cuántas veces te ha ocurrido eso en el pasado?
Salvo la pregunta del “¿por qué?”, de la cual hablaremos más adelante, buscar la respuesta a esas preguntas no me sirve para nada. Es información que yo ya tengo y que simplemente voy a contestar casi mecánicamente.
La pregunta “¿por qué?” me llevará habitualmente a buscar razones (justificaciones) para lo que ya hice.
En todo caso, la única reflexión que habré hecho me llevará a reforzar mi posición
Porque siempre tenemos razones para hacer lo que hacemos, aunque esto no funcione.
Existe un tipo de pregunta cuya respuesta no tengo preparada, que me llevan a buscar más allá de mi zona de “soluciones conocidas”, en definitiva, que me invitan a pensar de un modo diferente:
- ¿qué deseas que ocurra?
- ¿qué es lo que quieres conservar?
- ¿para qué deseas hacer/cambiar algo?
- ¿qué es importante para ti en este asunto?
- ¿qué parte depende directamente de ti (está bajo tu control) y qué parte depende de otras personas?
- ¿tienes alguna forma de influir sobre esas otras personas?
Cuando trabajamos desde la PNL, utilizamos un conjunto de preguntas llamada Metamodelo de Lenguaje. Partimos de frases que alguien dice, donde se expresa una dificultad y a partir de ahí acompañamos a la persona a reflexionar sobre su realidad.
No existe un catálogo de soluciones. La experiencia personal de cada cual es totalmente subjetiva; lo que es bueno para mí quizás resulte inaceptable para otra persona y viceversa. Por eso es importante preguntar con ánimo de ayudar a pensar y no para tratar de suministrar a la persona una solución “pre-cocinada”. No sabemos cual es la pregunta más adecuada hasta después de hacerla.
Si una persona ha tenido varias experiencias desafortunadas con diferentes jefes, puede tener el pensamiento de que “todos los jefes son unos tiranos”. Si le pregunto “¿por qué dices eso?” me contará con detalle sus diversas experiencias y quizás me convenza de que efectivamente esos jefes que ha tenido son personas que han ejercido su función de manera inadecuada. Y esa persona seguirá pensando lo mismo, quizás aún más reforzada porque me ha “demostrado” que eso es así.
Si, en cambio, me enfoco en otro tipo de pregunta, quizás llegue a un resultado diferente. Por ejemplo, me puedo agarrar a la palabra “todos” y preguntar: “¿quieres decir que todos y cada uno de los jefes que hay en todo el mundo son unos tiranos?” (exageración de su afirmación) o “¿nunca conociste a una persona que era jefe y no era un tirano?” (búsqueda de la excepción) o también “¿con cuántos jefes has tenido una experiencia directa?” (para resaltar que está hablando de esas dos, tres o cuatro personas, pero no de “todos los jefes”).